sucumbiendo ante el regocijo de la noche
escuchando los susurros de los arboles
siniestras tinieblas que rodean mi entorno
sin escape...
sin piedad...
sin voluntad...
lentamente mi corazón se agita
hasta el punto en que la vida deja de recorrele
y escapa por sus venas para nunca regresar.
Diego.
domingo, 31 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario